Aún sigo encontrando a gente que distingue entre ‘redes virtuales’ y las ‘redes reales’, como si las virtuales fueran menos reales y como si las reales no fueran a veces bastante virtuales. En esto, como en todo, la cosa no es tan fácil. Ya es tiempo de decir que esto de las redes sociales ha venido para quedarse y no es algo ‘virtual’, sino que está bien presente en lo que algunos llamarían realidad ‘real’ (frente a la ‘virtual’). Y esto será así evolucione como evolucione y lo usemos como lo usemos en el futuro.

Los datos son abrumadores: 15,4 millones de usuarios en España le dedicaban en 2015 una media de 3 horas semanales según IAB Spain, que incluye a Whatsapp, sin olvidar a Facebook, que se llevan la palma. Otros estudios (menos interesados en inflar los datos) ofrecen cifras cercanas. Yo conozco a gente que emplea más de 3 horas semanales. No miro a nadie. Pero lo que busco con estas líneas es destacar la normalización del uso de este tipo de servicios, que cada vez se mezclan más con nuestra vida cotidiana, no en un mundo paralelo, virtual, como algunos dicen, sino en el único que existe, como algo complementario. ¿No se lo cree? Pues sepa que al código penal no le parece virtual que usted insulte o acose a alguien en Twitter.

Hagamos repaso. Hasta ahora, las redes sociales sólo podían constituirse gracias a una coincidencia espacio-temporal. Es decir, surgían cuando una serie de personas coincidían a la vez en algún lugar y descubrían puntos de unión. Por ejemplo, la panda de amigos del colegio o la de los amigos del barrio, que no tenía por qué coincidir. La panda del mus, la de la parroquia, la del colegio, la de las clases de pintura o la de yoga. Gente reunida que coincidían en momentos más o menos puntuales en un lugar concreto y que descubría su afinidad entorno a algo en concreto. Eso son redes sociales de las de toda la vida… redes ‘presenciales’. Con esas personas, establecíamos lazos más o menos profundos.

“Pues yo prefiero tomarme una caña que entrar en Facebook”, dice mi colega menganita. ¡Toma, y yo!… ¿acaso alguien lo duda? Donde esté una buena caña y una buena conversación en buena compañía que se quite lo demás. Y si va acompañada de una buena tapita, como hacemos en Salamanca, pues mejor aún. Pero yo entraré en Facebook unas 15 veces al día (ya… ya sé que son muchas). Y según el Observatorio Nacional de las Telecomunicaciones, el 75% de la gente que las usa (unos 11,5 millones), lo hace también varias veces cada día, “de forma más intensiva”, es la expresión que emplean. Si fueran cervezas… ¿no serían demasiadas?

Para la Real Academia las redes sociales siempre son ‘digitales’. Una pena de definición. Y muy poco conocimiento acerca de lo que son. Porque si hay algo que cada vez está más claro es que este tipo de servicios que empleamos en el ordenador o en el móvil están cada vez más entreverados en nuestra vida ‘real’. Cada vez existe menos separación entre lo digital y lo real. Vamos, que una bronca de tu novia en el grupo de Whatsapp no es menos bronca (prepárate). Y usar una de estas redes para mantener el contacto con amigos que han dejado de formar parte de tus redes sociales ‘presenciales’ no es ninguna irrealidad ni ningún sueño. El que está detrás de ese perfil es tu viejo amigo del que te gusta tener noticias y saber en qué anda. Y no sólo eso, que así dicho, parece que las redes sociales estarían sustituyendo al correo postal, o al e-mail. Es que refuerzan e intensifican las redes sociales ‘presenciales’. Por ejemplo, cuando comparto contenidos profesionales estoy ganando tiempo de asignatura fuera del aula, fomentando la cultura del diseño entre mis alumnos. A esto casi le podríamos llamar realidad ‘aumentada’, pero no vamos a liar más el asunto. También cuando sirve para rememorar un encuentro familiar o profesional aunque luego te vuelvas a ver.

“Pues no entiendo…” Pues es muy sencillo. Entre Facebook y Twitter sumaré más de 5.000 amigos y seguidores. Ya… ya sé que no son amigos de verdad, deja que me explique. Las redes me han permitido existir viviendo en Salamanca, el far west, y estar de ese modo presente en otros lugares del mundo. Me han permitido mantener y fortalecer una gran red social que es la que mantengo con muchos de mis antiguos alumnos, hoy magníficos profesionales. O, por último, me ha permitido acelerar e intensificar mis redes locales, generando nuevas oportunidades y contactos en lo más cercano. Y eso es bien real… aunque sea digital, asíncrono y no siempre presencial.

// Publicado originalmente en El Día de Salamanca el 24 de diciembre de 2016 //

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